investigar en el campo supone penetrar en un escenario y ver lo que (realmente) ocurre en su contexto...

Tuesday, August 29, 2006

la etnografía virtual no estudia (sólo) los temas de los que tratan las comunidades virtuales...

Para analizar este tema voy a partir de lo avanzado en un post anterior: la etnografía virtual no trabaja (sólo) con comunidades virtuales… Este texto supone una ampliación de aquél, por lo que voy a resumir los argumentos empleados entonces:
# Por un lado, las conexiones sociales en lo virtual y en lo real son demasiado complejas como para afirmar que un grupo de personas con las mismas afinidades y que comparten tiempo y contactos a través de la red forman una comunidad. Esto se muestra en el estudio de Wellman et. al. “The Strength of Internet Ties: The internet and email aid users in maintaining their social networks and provide pathways to help when people face big decisions”, que informa de las interacciones en el contexto socioestructural de las personas entre las conexiones en el mundo físico y el virtual, y de cómo es posible encontrar vinculaciones entre ambos entornos en las formas de comportamiento social. En concreto, el estudio afirma que las personas con un mayor número de conexiones en el ciberespacio tienen también más éxito social en el mundo físico, medido éste en número de lazos de sociabilidad en el entorno próximo… lo que, por otro lado, lleva a Castells (2001), apoyado en Wellman, a hablar de un esquema propio de la sociedad de la información denominado “individualismo en red”.
# A este argumento se suma la teoría del actor-red de Latour (2005), que afronta las complejas relaciones en la estructura social. Latour habla de un tipo de pertenencia --análoga al concepto clásico de agregación social-- dada en torno a múltiples situaciones grupales y de las acciones como complejos entramados de interacción, donde los artefactos y los objetos tienen tanta importancia como los sujetos, ya sean éstos “actores” o “diana” de las acciones.
Pues bien, tras esta primera aproximación, ahora trataré de desmontar un tipo de planteamiento cerrado, en tanto que constriñe el campo de estudio de la etnografía virtual (o digital). Ese argumento se resume en una sentencia de este tipo:
“La mayoría de las comunidades virtuales se desarrollan alrededor de un tema, en este sentido las comunidades virtuales varían de acuerdo a lo que se dice y las formas de decir lo que se dice. La comunidad virtual es comparable con la noción de campo; un campo limitado por el tema alrededor del cual se estructura la comunidad. La etnografía virtual se encarga de estudiar esos temas de los que tratan las comunidades virtuales”.
Esa es una visión limitada que reduce las posibilidades del estudio cualitativo de la virtualidad. Por supuesto, el estudio de los temas que tratan las comunidades virtuales es apasionante [nota: un buen ejemplo de ello es el estudio de caso de corte etnográfico de Aceros (2006), “Ensamblar maquinas para construir sociedad” (título sometido a variación, tomado en notas de campo durante la ponencia “Subvirtiendo el orden informacional; siguiendo la pista de los hackers”, en el Workshop del IN3, Investigando el mundo digital; para un trabajo derivado, puede verse “Sobre el error como acontecimiento y el hacking como aprovechamiento creativo del mismo”), un estudio estructurado en torno a la idea de “proyecto” y siguiendo los pasos de los hackers en el ciberespacio y más allá del ciberespacio], pero ese no es el único objeto de la etnografía virtual.
Puede que el cambio de enfoque sea una cuestión de tiempo. Kuhn (1962) apunta que se necesita cierto tiempo para que las nuevas corrientes teóricas cristalicen y desplacen a los paradigmas establecidos. Ese proceso es dinámico y se da de forma constante, pero hay períodos de estabilidad en los que un paradigma es dominante. Si hay algún rasgo que caracteriza el momento actual es el de la fluidez, lo líquido, lo evanescente, lo inestable (Verdú, 2003). El cambio determina el devenir de los acontecimientos. La innovación está en la base de la sociedad de la información, de la que Internet es su materia prima (Castells, 1999-2005). Y eso hace que, en esta etapa, y especialmente en el área de la ciencia que estudia los fenómenos más vinculados a la innovación (social, tecnológica, metodológica), los paradigmas transcurran en períodos de tiempo más cortos. Un paradigma que veía (sólo o muy especialmente) el interior de Internet como objeto de estudio específico (la cultura de/en Internet e Internet como cultura en sí misma), con un tipo de estructura propia, integrada por comunidades estables, donde las personas comparten hábitos de comportamientos susceptibles de ser estudiados de forma particular, está dejando paso a otro caracterizado por una visión de la red y el ciberespacio como un fenómeno cultural complejo (Internet como artefacto cultural), cuya estructura se entrelaza con la de la sociedad física, donde una de las claves es la mediación, que puede ser estudiada desde múltiples aproximaciones, porque en su interior hay lugar para otros tantos fenómenos, compuestos, complejos, indefinidos y fluidos, y donde lo central no es definir el método, explicar los principios epistemológicos que hacen su estudio diferencial, o atender a las cuestiones de validez en el contexto de la ciencia social, sino averiguar los significados con los que se construyen las relaciones, encontrar sentido a los comportamientos, describir procesos, analizar trasformaciones y representar los datos de forma apropiada al medio y los elementos que han ocupado el campo de investigación.
En estos momentos se está produciendo esa transición. El cambio –-que a falta de un relato generacional, es más ‘de facto’ que justificado, o fruto de la reflexión y del consenso-- está dejando de lado las figuras que fuero ascendentes en el paradigma anterior. La madurez de Internet y la actual realidad del ciberespacio hace que algunos estudios clásicos que han sido centrales en el análisis de la cibercultura (por citar solo tres significativos, Turkle (1995), Agre y Schuler (1997) o el más reciente de Wilson y Peterson (2002) [The anthropology of online communities, Annual Review of Anthropology, 2002, 31: 449–67]) sean vistos hoy en día con cierta distancia. Los mismos Rheingold (1996), Smith y Kollock (ed.)(2003) (éste, si exceptuamos el capítulo, realmente notable, de Wellman y Gulia) y Jones (ed.)(2003), por citar a los autores más destacados, también corresponden a otro paradigma anterior. Esto no quiere decir que esas visiones no sean centrales y lo sigan siendo en el futuro. Son referencias científicas y entre ellas y los métodos actuales se dan múltiples conexiones. Por ejemplo, la visión literaria de Gibson (1984) no es puesta en duda como metáfora del ciberespacio. O, desde la ciencia, las aproximaciones de Escobar (1994), Castells (1999-2005) o Hine (2000) son hoy por hoy plenamente vigentes. Basan su vigencia en el lenguaje que emplean, el lenguaje de la ciencia básica, en estos casos, el de la antropología y la sociología. Es decir, hablan de desde territorios estables, esenciales. Estos y otros autores han puesto las bases de lo que hoy en día son los estudios sociales, culturales, económicos, educativos, (por ejemplo, en el terreno socio-educativo, la aproximación de Pierre Lévy a la cibercultra [Sobre la Cibercultura, Revista de Occidente, 206, junio 1998], lo virtual [¿Qué es lo virtual?, Barcelona, Paidós, 1999] y sus transferencias a lo educativo [Collective intelligent, Cambridge, Ma., Perseus Books, 1999] continúa siendo un referente), etcétera, basados en métodos cualitativos.
Pero esa visión se torna hoy distinta. Los textos de los autores de referencia no pueden ser hoy analizados del mismo modo que lo eran hace tres o cuatro años. Ahora las bases se han movido, porque la superficie sobre la que descansan es, por definición, inestable y compleja. En los ochenta no existía Google y no es hasta 2005 que se habla de la Web 2.0. Solo esos dos artefactos tecnológicos han dado lugar a cambios culturales tan profundos –-cambios culturales en el sentido dado, entre otros, por Latour (1988)-- que requieren de nuevos horizontes epistemológicos par ser interpretados.
Para finalizar, citaré un trabajo en la línea de los enfoques contemporáneos, basados en las corrientes científicas clásicas y que recurren a autores del pasado para planear nuevas aproximaciones. Ese enfoque no desecha las contribuciones pasadas, sino que les da una vuelta más para adaptarlas al actual contexto.
Para Budka y Kremser (2004) [CyberAnthropology - Anthropology of CyberCulture. En S. Khittel, B. Plankensteiner y M. Six-Hohenbalken (Eds.), Contemporary issues in socio-cultural anthropology. Perspectives and research activities from Austria, Viena, Loecker, 213-226) la (ciber)antropología, o la antropología de la cibercultura, trata sobre:
“las tecnologías y cómo éstas son construidas e implementadas en la sociedad y la cultura. En ese sentido, la ciberanptropología no es completamente nueva. Desde 1950, los antropólogos han investigado de forma creciente las tecnologías y sus particulares impactos en las culturas no-occidentales. Uno de los ejemplos más conocidos es el trabajo de Maurice Godelier (1971) [Salt currency’ and the circulation of commodities among the Baruya of New Guinea, en G. Dalton (ed.), Studies in economic anthropology, Washington, American Anthropological Association, 376-379] sobre los efectos de la introducción de hachas de acero en grupos indígenas de Papua Nueva guinea y Australia, pero como anota Escobar (1994), entre otros (por ejemplo, Pfaffenbenger, 1992) [The social anthropology of technology, Anual Review of Anthropology, 21, 491-516], uno no puede adaptar esas aproximaciones al altamente complejo sistema tecnológico en las sociedades y culturas ‘modernas’” (p.214).
Ese puede ser un punto de partida para las etnografías virtuales: las aproximaciones esenciales a la antropología. Pero, tras de esa sentencia, es igualmente preciso anotar objetos y ámbitos para el estudio. Budka y Kremser (2004, p.215) proponen los siguientes ámbitos para la etnografía, entre los que se incluyen, como no, las comunidades virtuales (el apartado donde incluyen esas referencias se titula “Los dominios etnográficos de la ciberantropología, lo que en sí constituye una declaración de intenciones):
(a) “Quizás el dominio más obvio para la investigación etnográfica puede situarse allí donde las TICs son producidas y usadas: desde laboratorios informáticos y empresas, proveedores de servicios de Internet (ISPs) y centros de diseño de realidad virtual, hasta hogares, escuelas y lugares de trabajo como áreas de recepción y consumo”.
(b) “Un segundo dominio está formado por el uso de TICs, como Internet, que conecta a millones de ordenadores y a sus usuarios. (…) [Dentro de las comunidades virtuales] Los etnógrafos pueden estudiar las diversas relaciones entre lenguaje, estructura social e identidad cultural que son producidas por la comunicación MEDIADA [n.d.t. subrayado nuestro] por ordenador”.
(3) “La ‘economía política de la cibercultura’ es otro de campo para el estudio etnográfico; éste investiga las relaciones entre ‘información’ y ‘capital’, así como las dinámicas políticas y culturales que la ‘información’ pone en movimiento”.
Budka y Kremser (2004) citan masivamente a Escobar (1994) y también a Daniel Miller y Don Slater (2000), dos de los pioneros actualizados. En este trabajo apuntan solo unos pocos casos de estudio etnográfico. Las posibilidades de hallar otros son tan amplias como la realidad sociocultural de Internet y sus aledaños. Como se ve, el campo de trabajo es amplio y va más allá de las comunidades virtuales. Solo queda que penetrarlo e interpretar el conocimiento en él y en su contexto.
Seguimos...

Sunday, August 27, 2006

Bono y la construcción simbólica de la realidad...

En la edición de ayer de The Guardian, viene una entrevista a Jeffrey Sachs que no tiene desperdicio. Se titula “Be here now” en un juego de palabras con el título del disco de Oasis y con lo oportuno de estar en China hoy en día --la entrevista se hizo en Beijing--, cuando ese país está poniendo patas arriba la economía mundial. El subtítulo dice mucho del contenido de la entrevista:
“Conocido por ser el economista preferido por la aristocracia del rock, el profesor Jeffrey Sachs ve a China como un modelo en la lucha contra la pobreza global”.
Sachs es uno de los tipos más influyentes del panorama internacional, es director del Instituto de Estudios del Mundo de la Universidad de Columbia (Nueva York, EE. UU.), profesor de desarrollo sostenible y de política y gestión de sanitaria en la misma universidad, y es también asesor especial para el Secretario General de las Naciones Unidas, Kofi Annan. Últimamente ha escrito algunos best-sellers en economía-sociología, como la obra que motiva la entrevista “El fin de la pobreza. Cómo conseguirlo en nuestro tiempo”.
El motivo de traer a Sachs aquí es por la asociación de ideas que hace al tratar los temas más importantes de la agenda mundial. Sachs incluye en su visión aspectos tan centrales en la investigación cualitativa como los significados y lo simbólico. En sus análisis integra como elementos importantes a la cultura pop y a los representantes de la fama, actores, cantantes o escritores. “Hay un tipo de expertos –dice- que tratan de denigrar el mundo de las estrellas de cine y los cantantes de rock: están completamente equivocados”. Aunque esa visión no es novedosa (almenos en el contexto de España), puesto que ya la había resaltado Vicente Verdú en “El estilo del mundo” y, más recientemente, en “Yo y tú, objetos de lujo. El personismo: la primera revolución cultural del siglo XXI”, lo que hace Sachs es darle carta de naturaleza y colarla en las mesillas de noche de los mandatarios mundiales.
Digamos que autores como Sachs o Verdú tienen una visión simbólica del mundo que, al parecer, es la más importante en la actualidad por ser la que determina el devenir de los acontecimientos. La asociación es sencilla: los personajes que forman parte de la vida de las personas, con los que la gente desayuna, ve la televisión y se divierte, los mismos que configuran sus formas de vestir y de relacionarse, también están en condiciones de influir en sus etilos de comportamiento político y como ciudadanos. Lo nuevo es que investigadores como Sachs están dispuestos a llevar ese enfoque a la forma de intervenir en lo público desde la academia.
Veamos cómo se lleva esto a la práctica de la interpretación simbólica de la realidad [nota: aunque este análisis está próximo al interaccionismo simbólico, he de decir que en cuestiones sociológicas mi posición no está del todo definida y se encuentra en un punto intermedio entre éste enfoque, las teorías del conflicto (Kerbo, 2003) y el post-estructuralismo de Foucault], haciendo una interpretación del contenido de unas palabras de Bono y de la posterior anotación de Sachs. En una conferencia reciente, Bono describía cómo él, Sachs y el productor Bobby Shriver cruzaron el planeta “como un familia de perdices bajo los efectos de drogas psicotrópicas”. Qué significa eso, cuál es su interpretación simbólica (cualitativa). Sachs apunta: “Pienso que él tenía en mente las cosas deslumbrantes que ves. Es muy surrealista. En un momento puedes estar en un pueblo remoto en la zona más empobrecida del mundo. Entonces, ocho horas después puedes estar en el esplendor de la Quinta Avenida, o en un barrio fascinante de Londres, o en los pasillos del Congreso. Continúa siendo el mismo planeta. Es alucinante que esas diferencias existan, y que estén solo a unas horas de distancia entre sí”.
En efecto, cuando Bono habla de drogas está hablando del estado del mundo. Especialmente, cuando habla de drogas psicotrópicas hace referencia a un estado de alucinación derivado de los estímulos que proceden de los medios de comunicación y de la Red. También, como no, habla de las posibilidades de “viajar” y trasladarse en el espacio y el tiempo que permiten los alucinógenos. Así es cómo él se sitió tras recorrer el plantea y percibir de primera mano las desigualdades que llevan a la gente a morir de hambre o de obesidad según se apunte al norte o al sur en el mapa de ruta. Es por ello que decir psicotrópicos en lugar de marihuana en ese contexto, no es casual. Él sabe eso, conoce la jerga y transmite su mensaje de forma consciente. Lo hace además empleando el mismo lenguaje que la gente puede entender porque conecta con su cultura, la misma cultura que les mantienen alucinados en el día a día. Bono actúa como nodo de conexión con una red global de personas capaces de interpretar ese tipo de lenguaje simbólico. Esa es una simbología cargada de significados que, por tanto, puede mover conciencias.
Cuando Sachs presta atención a lo que dice Bono, o al sentido estético de los videos de Madonna, o a los actos públicos de Brad Pitt y Angelina Jolie (todos ellos amigos suyos y fans, por así decirlo, de sus teorías), lo que hace en realidad es mirar al mundo real a través de una mirilla. Está mirando al mismo lugar al que mira el resto de la gente, como hacían los personajes de la caverna de Platón. Lo que está viendo no es representativo de la sociedad, ni siquiera de las sociedades occidentales, porque la complejidad de éstas escapa a un análisis de este tipo (y de cualquier tipo, en realidad). Pero ese es el tipo de mirada que puede detectar la esencia de unos cuantos significados importantes para la sociedad. Está empleando una metodología cualitativa con la que entender la realidad para, a partir de ese punto, intentar transformarla.
Para temas de economía aplicada, a lo largo de la entrevista en The Guardian, Sachs da alguna pista del uso de esa visión en su quehacer cotidiano.
Emmm... la interpretación de qué llevó a Bono a elegir las perdices para su metáfora queda para otra ocasión.
Seguimos...

Saturday, August 26, 2006

apertura y experimentación en investigación cualitativa...

Vale. Como editor de la revista FQS, ayer recibí de primera mano los artículos publicados durante el mes de agosto. Hablaré de dos de ellos por ser especialmente interesantes para lo que me ocupa estos días. El tema de estos artículos ha coincidido justamente con una reflexión personal que me rondaba y que ayer compartí con Kip. Hace tiempo que pienso en hacer algunas aclaraciones sobre mis comentarios en este blog con el fin de ampliar y concretar la base de mis reflexiones. Las aclaraciones guardan relación con la libertad en la investigación cualitativa, las imposiciones academicistas y la necesidad de consensos.
Mi charla con Kip comenzó tratando el post del jueves de Edgar y su comentario sobre hacer tesis que aborden el fenómeno YouTube o Google-Video y las prácticas de la gente en esos espacios. Los comentarios de Kip sobre el tema provocaron en mí un efecto contradictorio en relación a las reflexiones que me rondaban los últimos días. En jerga termodinámica (creo que esa es la ciencia que so ocupa de esto), por un lado, hicieron que mis ideas entraran en resonancia y, por otro lado, disminuyeron la entropía en mi cabeza. Esa desconfiguración y posterior convergencia se relaciona también con lo que están suponiendo estos días en Bournemouth. Al comienzo pensé: escribir sobre etnografía es interesante, y este mismo diario me servirá de práctica de autorreflexión, como de hecho así está siendo. Pero hay un factor que no consideré, en lo que puede ser un “error de principiante”. El factor que no tuve en cuenta cuando llegué a aquí era que venía a un Centro dedicado a la investigación cualitativa. Es decir, un lugar que está pensando divergente y, además, quien me había invitado era un investigador que no se acomoda precisamente al mainstream de la academia. Yo estaba encantado con lo que eso suponía, pero no tuve en cuenta lo que realmente significaba. Y el resultado está siendo una re-construcción de las ideas iniciales con las que llegué aquí.
Siguiendo con mi conversación de ayer, cuando le plantee a Kip lo que Edgar había dicho en su blog, yo estaba partiendo, de alguna manera, de esquemas preconcebidos. Yo tenía en mi cabeza lo que realmente podía ser una investigación cualitativa sobre YouTube (por otra parte, también pensé que ya habrá unas cuantas por ahí en proceso). Partiendo de un enfoque abierto, incluso puse el ejemplo de investigar YouTube como argumento para plantear etnografías virtuales distintas. Y en esto. Claro –dijo Kip-, eso es lo que pasa con lo preestablecido. Lo que se ve constantemente es gente que plantea sus resultados de investigación como una justificación del método empleado. Los artículos en revistas son escritos para agradar a los colegas de una determinada corriente. Las innovaciones responden a necesidades de subsistencia y una pretendida reafirmación de la calidad del investigador ante sus colegas. Lo que realmente sería interesante saber de la gente que hace “Dancing duovideoplaybacks” (Edgar dixit.) es (trascribo y amplío algunas preguntas abiertas) el por qué lo hacen, cómo se integra esa necesidad de performance en los esquemas de valores culturales de los autores, qué tipo de recompensa sociocultural esperan conseguir (directa o indirectamente, consciente o inconscientemente), qué lógicas están detrás de ese tipo de comportamiento, qué anclajes tienen en otras formas de hacer performance, el proceso mismo de producción de un video y cómo se salvan las dificultades encontradas, porqué se elige YouTube y no Google-video u otras plataformas, etcétera. Lo que Kip estaba diciendo era que no importaba el método. El método en cuali es abierto y generativo por definición. Importaba conocer los significados culturales de las acciones emprendidas por esa gente. Interesaba, desde un punto de vista antropológico, acceder a los esquemas de significado que están detrás de los comportamientos para poder así comprender el mundo de esas personas. Eso puede hacerlo la investigación cualitativa, pero, ¿por qué entonces hablar de los métodos como algo cerrado?, ¿a quién, salvo a los puristas académicos interesa validar ese proceso de por sí generativo y novedoso en cada caso y, por definición, sometido a cambio y variación? [por cierto, aunque estábamos hablando de un campo de estudio en Internet, esa palabra raras veces aparecía… era sustituida por otras “clásicas” como cultura, negociación, diálogo, construcción, significados, comportamientos, valores, sociedad, etcétera].
Por supuesto, estas cuestiones habían superado con mucho mi planteamiento inicial de hacer una etnografía virtual “abierta” sobre esto. Y me estaban obligando a re-plantearme el significado de este diario mismo. Porque, de alguna manera, lo que yo estoy diciendo aquí es qué es aceptable y qué no lo es en el campo de la etnografía virtual.
Pues bien, en esas estaba cuando recibo el index con las publicaciones de agosto en FQS y comienzo a leer, mira tú por donde, este artículo:
Michael Agar (USA): An Ethnography By Any Other Name...
Estoy salvado, al fin veo de nuevo la luz. La intención de este artículo se puede trasladar a este diario, pero añadiendo el término “virtual” a la palabra “etnografía”. Se trata de establecer las bases para hablar de etnografía en relación a otras prácticas de investigación. Dos cosas me interesaron especialmente de este artículo. Una ortodoxa y otra heterodoxa. La primera –en la línea de lo que vengo escribiendo estos días- es la idea de establecer algunos puntos de consenso. Agar habla de los siguientes:
“Supongamos que la etnografía fuera un programa informático, quizá un juego. El programa posee distintos parámetros que un jugador puede fijar con distintos valores. (…) Aquí están unas cuantas [cosas relevantes] que se me ocurren:
# Control: ¿Cuánto de obligación tiene la etnografía? ¿Cuantas de las preferencias del etnógrafo hacen por estructurar los métodos? ¿En qué medida su personalidad le lleva a ‘hacerse cargo de’ antes que ‘dejarse llevar’ un poco?
# Enfoque: ¿En qué medida un etnógrafo se centra en un tema particular o en los diversos problemas que se presentan?
# Escala: ¿Hasta qué punto está un etnógrafo comprometido con el nivel fenomenológico de la experiencia? O ¿está él/ella interesado por los grandes niveles globales y/o por los pequeños niveles psicobiológicos?
# Eventos: ¿Qué período de tiempo y espacio pretende cubrir el etnógrafo? ¿Un evento particular en un lugar particular, en un extremo, o todos los eventos y situaciones de todos los miembros del grupo, en el otro?
# Situaciones asociadas: Eventos prolongados en el tiempo y distribuidos a lo largo del espacio. ¿Hasta cuándo se persiguen y son referidos en el tiempo y hasta cuándo son seguidos en su movimiento por el espacio?
[…]
# Previos: Lo ‘previo’ forma parte de la jerga tradicional en investigación social para referirse a las categorías y proposiciones previas que llevas contigo a la fase de estudio, categorías y proposiciones procedentes de alguna teoría de las que debes decir algo al final. Por ‘previo’, pienso, yo también entiendo todo el relleno que llevas contigo, incluido tu autobiografía, identidades, la historia personal que conforma lo que eres.
# Aportes: (..) ¿Qué has prometido o que debes aportar a la vuelta por el apoyo que has recibió para hacer el trabajo?
# Intereses: aquí me hago eco del trabajo de Jürgen Habermas sobre ‘Conocimiento e intereses humanos’ (1971). ¿Qué intereses abarcó este estudio? ¿Quién está pagando por ello y por qué? ¿Quién está haciendo esto y por qué? ¿Quién está participando en ello y por qué? ¿Qué intereses se están sirviendo en todos estos niveles?” (párrs. 35 y 40).
Mi trabajo de campo en este tiempo pretende hablar de la etnografía virtual de la misma forma en que estos parámetros pueden ser interpretados. Y, ¿cómo pueden interpretarse estos parámetros de forma que no sean tomados como prescripciones? Agar lo aclara a continuación:
“Los ocho parámetros no son triviales. Todo ellos son válidos para discutir y debatir. Todos ellos, de hecho, han sido y son tópicos en intercambios apasionados como los que he revisado al comienzo [del artículo]. [Se puede] Considerar el parámetro ‘eventos’, y recordar la pregunta común entre mis anfitriones, investigadores de la educación: ¿Es una etnografía de una clase una etnografía real? Por supuesto lo es. ¿Son otros tipos de ‘etnografías de la educación’ posibles? Por su puesto lo son” (párr. 42).
Ese es el sentido abierto que se puede hacer de las reflexiones en este blog.
Hasta aquí la ortodoxia. La cuestión heterodoxa, que me lleva a cuestionar muchos principios, parte de la siguiente sentencia:
“¿Es la investigación cualitativa realmente etnografía? No necesariamente, quizá ni siquiera lo es la mayoría del tiempo. Lo que está claro es que el término [cualitativo] obstaculiza más que ayuda a responder la cuestión de cómo puedes decir si algo es etnografía real”
(párr. 18).
Bien, a mí me gusta la investigación cualitativa. La etnografía solo me interesa como método. Lo que me mueve como investigador cualitativo son las preguntas formuladas anteriormente sobre los videos en Youtube… cómo afrontarlas… cómo obtener respuestas significativas culturalmente. Pienso que lo demás es secundario. Y si eso es lo que es etnografía, si es solo método, estructura y preceptos, entonces la etnografía es secundaria.
El siguiente artículo que aparece ene. mismo volumen de FQS es un crítica radical al anterior:
Wolff-Michael Roth (Canada): But Does "Ethnography By Any Other Name" Really Promote Real Ethnography?
Directamente ligado al texto de Agar, en este artículo Roth contradice punto por punto su visión. Sencillamente rechaza la posibilidad de hablar de etnografía real o no real. Su argumento rechaza de plano el planteamiento de Agar por considerar que está empleando métodos dentro de la etnografía para explicar lo que la etnografía es, con lo cual está ya tomando partido por una postura. Y es que Roth basa su crítica justamente en las posturas y posicionamientos científicos:
“Mi comentario acerca de los respetados y respetables antropólogos me lleva a otro punto importante. Para ser respetable y respetado, uno necesita estar dentro de las fronteras de aquello que distingue a la etnografía real de lo que está fuera y que, por tanto, no pertenece al club. Esta frontera es móvil, como cualquier académico, disciplinario y frontera nacional; se hacen guerras en torno a ellas precisamente cuando las fronteras deberían ser movidas, y quienes se apropian de la frontera dejan completamente de lado esa cuestión. Yo —aunque otros podrían disentir— leí el texto [de Agar] como si se tratara de una de esas guerras entre fronteras. De manera más general, podemos leer el texto de Agar de dos formas: (a) como un texto que expone algunos de las discusiones que han estado ocurriendo sobre lo que constituye la etnografía real y (b) como otro episodio de una guerra acerca de donde se colocan las fronteras de la etnografía real y las formas de investigar que solo claman por ser, pero en realidad no son etnografía” (párr. 7).
En fin, poco más se puede decir. Como reflexión personal, yo creo reafirmarme en la necesidad de definir métodos, pero me chirría aún más la posibilidad de colocar barreras al terreno de la investigación. Más aún en el caso de la investigación cualitativa, que abarca enfoques como la teoría del caos o la teoría de la catástrofe, ambas reseñadas como argumento por Roth.
Es por ello que me parece interesante aludir a lo que no “sólo” es en etnografía virtual. Porque eso incluye también aquello que se está matizando. Es eso, pero no sólo eso. Es eso y es también algo más. Y ese algo más, lo que está diciendo es: ¡hey! aquí hay una puerta abierta, veamos qué hay más allá. Veamos qué hay más allá en la etnografía y, también, veamos qué hay más allá en el terreno de la investigación cualitativa.
La idea cuando comencé este diario era determinar lo que no era etnografía virtual, porque mi experiencia me decía –especialmente tras asistir al Workshop del IN3, Investigando el mundo digital– que muchos investigadores se estaban apropiando del término con finalidades distintas a la de su sentido originario. Y lo hacen con una cierta intencionalidad. Esa tensión llega al punto de desvirtuar el sentido de la etnografía y pasarse a otros terrenos metodológicos clásicos que están, por así decirlo, menos de moda en el ‘mainstream’ académico. Métodos como la investigación acción participativa, los estudios de casos, la observación participante, la entrevista en profundidad, los grupos de discusión, cuando no, directamente, la intervención social, se emplean dándoles un sentido etnográfico que consiste, básicamente, en la presencia del investigador en el campo durante un tiempo y la descripción posterior de sus experiencias. Desde mi punto de vista, todos esos métodos son un avance en la investigación social, permiten separar el objeto de estudio de lo estrictamente mesurable y acercarlo al terreno de las experiencias personales y los significados atribuidos a esas experiencias, en lo que se ha llamado la ruptura con el positivismo. Yo y otros muchos investigadores los emplean con sus distintas variantes. Además yo soy profesor de intervención social y soy afín a métodos como los procedentes de la escuela crítica de Chicago, que defienden el compromiso del investigador en lo que está haciendo. El compromiso por untito de intervención que tienda al cambio y la mejora social, al progreso y la emancipación de colectivos marginados. La etnografía también recurre a muchos de los métodos de investigación citados para construir su corpus. Lo que ocurre es que todos ellos, tomados independientemente, no forman una etnografía. La etnografía no pretende transformar el mundo ni el empoderamiento de los colectivos. Tampoco pretende entrevistar a alguien o estudiar un caso. Si hace esas cosas es para comprender los procesos que están detrás de los hechos. Hacer uso de distintos métodos de investigación cualitativa, no es ni bueno ni malo en sí. Lo cuestionable de recurrir a la etnografía de forma indiscriminada es hacerlo como subterfugio para legitimarse en el terreno de la investigación cualitativa, dado el prestigio que parece gozar ese método en nuestros días.
Lo que los comentarios de Kip aportaron a esta reflexión es que en investigación cualitativa hay que comenzar por el final, es decir qué es lo que quiero averiguar y no cómo. Porque el cómo es abierto y sometido a variación durante el proceso. Una observación participante puede acabar en etnografía y una pretendida etnografía puede terminar siendo una investigación acción con propósitos de transformación social. Eso es justamente lo que hace interesante este paradigma y lo distingue del positivismo, preocupado por medir, validar, garantizar independencia, obtener representatividad… Lo que importa es el qué (qué significados, qué cultura, qué comportamientos y por qué, cómo hacer para mejorar o para evitar, etc.). Esas son las preguntas que mueven a los investigadores sociales. La legitimación de sus prácticas interesa sobre todo a “la academia”, y menos a la ciencia social cualitativa.
Seguimos...

Friday, August 25, 2006

el campo de estudio de la etnografía virtual no es (sólo) el ciberespacio...

La división entre “la cultura de Internet” e “Internet como artefacto cultural” puede llevar a confusión en algunas ocasiones. Esto ocurre especialmente cuando el campo de estudio se proyecta a todo el hacer etnográfico. Es decir, cuando se habla de hacer etnografía virtual en sentido lato.
La noción de campo en la etnografía virtual es un componente en evolución. Los primeros teóricos se negaban asumir la red como contexto etnográfico. Sencillamente no admitían el carácter cultural de Internet. Tras superar esa visión y pasar por una fase balbuceante, se llega al momento actual que parece dominado por la idea de “mediación” (Beaulieu, 2004). Aplicado a la noción de campo, el planteamiento de la mediación se aleja de las definiciones basadas en conceptos geoespaciales o reticulares y se centra en los hechos y fenómenos socio-culturales posibilitados por los artefactos tecnológicos en diálogo con los humanos.
Una vez asumido que Internet puede ser un campo de estudio como cualquier otro (Hine, 2000), se trataría ahora de determinar los posibles contextos donde llevar a cabo una etnografía virtual. Para ello, es clarificadora la afirmación de Hammersley y Atkinson (1994) sobre la localización de la etnografía:
“La etnografía puede y tiene lugar en una amplia variedad de lugares: pueblos, ciudades, vecindarios de la ciudad, fábricas, minas, granjas, tiendas, oficinas de negocios de todo tipo, hospitales, teatros de operaciones, prisiones, bares, iglesias, escuelas, institutos, universidades, agencias tribunales, tribunales de justicia, tanatorios, capillas funerarias, etcétera” (p. 97).
Pues bien, si se añade la sentencia “en Internet” a continuación de cada lugar citado, se obtendrán otros tantos campos de trabajo para la etnografía virtual. La distinción para la etnografía virtual estará, más bien, en el “trabajo de campo” y no en el campo en sí, que ya ha sido definido como virtual y aceptado como territorio susceptible de acoger y generar elementos culturales. Es decir, las distinciones principales remiten al terreno de la acción antes que a la localización. Al fin y al cabo la etnografía no (sólo) es descripción, sino comprensión. No es (sólo) relato sino diálogo. Y no es (sólo) presencia, sino conocimiento profundo. El etnógrafo/a lleva a cabo un proceso singular cuando trabaja en el terreno virtual con el fin de descubrir y elicitar valores y prácticas culturales profundas que son propias de los individuos o grupos sociales que habitan el campo.
Pero, volviendo al comienzo y retomando la sentencia que da título al post, el siguiente es un argumento que se suele emplear al hablar de etnografía virtual:
“Las nuevas formas de comunicación permiten nuevas puestas en escena de intereses comunes. Este escenario perfecto es el de Internet, el ciberespacio. Para realizar etnografía convencional es necesario identificar un contexto etnográfico. En este sentido debemos tratar al espacio virtual como nuestro contexto de análisis. La etnografía virtual debe tratar al ciberespacio como una realidad etnográfica”.
Voy a analizar esta sentencia desde dos ángulos. La noción de “captura” y la noción “comparativa”.
Junto a la mediación, Beaulieu (2004) introduce el componente de captura para referirse a aquellos extractos conversacionales susceptibles de consideración para la etnografía. Estas capturas pueden ser textos, imágenes, o videos, tal y como refleja en su artículo. Con todo, lo esencial aquí es la renuncia a la consideración holística de la red, como un todo. Del mismo modo que la etnografía clásica se ocupa de una escuela y no de todas las escuelas de un país o del sistema educativo entero, la etnografía virtual no puede tomar el ciberespacio entero como su campo de trabajo.
Empleando una argumentación particular, Daniel Miller & Don Slater (2000) añaden:
“(…) para nosotros una aproximación etnográfica a Internet es la que ve la red como incrustada en un lugar específico que está igualmente en transformación (…) nuestra aproximación es etnográfica en tanto que usa la inmersión en un caso particular como base para la generalización a través de análisis comparativos (…) una aproximación etnográfica también es aquella que está basada en un compromiso a largo plazo y multi-facético con un escenario social. En ese sentido, somos relativamente conservadores en nuestra defensa de los cánones tradicionales de la investigación etnográfica. Esto es particularmente importante en la actualidad, cuando el término ‘etnografía’ se ha convertido en algo fascinante para muchas disciplinas” (en línea).
Poco que añadir. Si acaso retomar sus reflexiones posteriores acerca de los usos “forzados” de lo etnográfico: en los estudios culturales, en ocasiones la etnografía se emplea para realizar simples análisis textuales o para estudiar comunidades virtuales.
Por consiguiente, la idea de lo multi-situado o lo multi-local (Marcus, 2001) [Etnografía en/del ‘sistema’ mundo. El surgimiento de la etnografía multilocal, Alteridades, 11 (22), 111-127], trabajando el campo en múltiples situaciones y localizaciones (físicas y virtuales), cobra fuerza cuando el espacio que se analiza es un espacio fluido (Castells, 2000). Pero, dejando de lado la presencia del investigador (ahora innecesaria de forma permanente), los rasgos idiosincrásicos de la red no deberían hacer olvidar el clásico método etnográfico “en construcción”.
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Tuesday, August 22, 2006

a vueltas con lo performativo, el arte y la ciencia...

El post del otro día de Tiberio me dejó un tanto pensativo. Tiberio no es de la personas que hable por hablar. Más bien es lo contrario. Sus comentarios (a menudo divergentes) suelen partir de reflexiones meditadas y abordan los asuntos clave en cualquier conversación.
Qué tiene de arte la ciencia y qué de científico el arte es uno de esos temas recurrentes en cualquier manual de iniciación al diseño de investigación. Lo que resulta interesante es plantear esa pregunta a propósito de un método o estrategia concreta de investigación, como puede ser la etnografía. Para no aburrir, centraré mi reflexión en torno a solo dos textos sobre campos distintos de la etnografía. Esos textos aparecen en la tercera edición del Handbook of Qualitative Research editado por Norman K. Denzin e Yvonna S. Lincoln y tratan temas bastante significativas. Evidentemente la selección es subjetiva y se justifica por mis propias afinidades en el terreno de la investigación.
En Critical Ethnography: The Politics of Collaboration, Douglas Foley y Ángela Valenzuela pretenden “subrayar las diferencias entre los ‘etnógrafos críticos’ que hacen crítica de la cultura académica, los que escriben estudios de política aplicada y los que se implican ellos mismos directamente en movimientos políticos” (p. 217). En el artículo se muestra que “no todos los etnógrafos críticos son políticamente activos. No todos generan conocimiento que es al tiempo teorizado/universalmente y practicado/localmente. No todos emplean la reflexión y los métodos de investigación colaborativos” (p. 217). Esto es así por varias razones –entre otras por la dificultad de llevar a la práctica una investigación etnográfica sin cruzar la barrera de la intervención directa y parcial--, una de las cuales plantea derivadas interesantes para el tema de la representación en investigación cualitativa. El artículo muestra que para aceptar ciertos métodos es preciso cambiar antes los esquemas de “la academia”. Foley y Valenzuela se toman a sí mismos y a su departamento en la universidad (Departamento de Antropología, Universidad de Texas, EE. UU.) como casos de estudio, para dar cuenta de lo arriesgado que es hoy en día caracterizar como críticas las prácticas políticas y metodológicas de los seguidores actuales de la corriente. Y ello porque, hoy por hoy:
“El problema para muchos etnógrafos críticos es que su conocimiento debe ser político [pero] de una forma académicamente aceptable. Consecuentemente, muchos académicos progresistas pasan buena parte de su tiempo escribiendo y publicando críticas culturales que satisfagan las demandas de la academia y de sus colegas” (p. 222).
Haciendo un paralelismo, resulta evidente la necesidad de que “la academia” y los agentes interesados adecuen sus métodos de evaluación de los resultados de la investigación no ya a la idiosincrasia de lo cuali, sino a las distintas formas de hacer investigación cuali. Lo preformativo no tendrá cabida en la investigación cualitativa hasta que la barrera de la evaluación (en sentido amplio) sea superada, al menos en el contexto español.
El segundo artículo traído a colación es Arts-Based Inquiry: Performing Revolutionary Pedagogy, de Susan Finley, referido a la “utilidad de las aproximaciones basadas en el arte cuando el objetivo es el activismo político” (p. 681). El artículo comienza con una cita de Norman Denzin (2000) [The art and politics of interpretation. En N. Denzin & Y. Lincoln (Eds.), Handbook of qualitative research, Thousand Oaks, Sage, 500–515], para quien la investigación basada en el arte puede contribuir a elaborar “una ética estética radical… [que] fundamente sus representaciones del mundo a partir de prácticas interpretativas que permitan desarrollar [entre otras cuestiones en boga] la crítica del racismo, la homofobia y la teorización del Tercer Mundo postcolonial”. La autora considera el uso de los medios tecnológicos en los movimientos sociales como creadores y soportes de esferas alternativas del discurso público. Su uso por parte del investigador conlleva trasladar su rol hacia una posición más artística y activa, que le permita participar en las representaciones, expresar las dinámicas relacionales y reducir los datos a una escenografía determinada. Ahora bien, el resultado perseguido no será, en ningún caso, una simple grabación multimedia, sino una performación social. Finley ha desarrollado últimamente sus ideas en dos trabajos muy sugerentes: At Home At School (AHAS) documentary: Ethics and power in using film in arts-based research y Whose Voice Is It?: The colonizing potential in creating social performances and participatory films, ambos presentados en el programa del Second International Congress of Qualitative Inquiry, May 4-6, 2006, University of Illinois.
Evidentemente no siempre estas ideas han de ser puestas en favor del activismo político –-aunque sea en ese campo donde muestran su mayor potencial--, sino que pueden emplearse igualmente en la investigación cotidiana.
Muy a propósito de ciertas noticias recientes en mi entorno, no deja de tener gracia el giro que sobre estas mismas cuestiones hacen Kath Fisher y Renata Phelps [Recipe or performing art? Challenging conventions for writing action research theses, Action Research, Vol. 4, No. 2, 2006, 143-164]. En su artículo estos autores trasladan las teorías performativas al terreno resbaladizo de la presentación de tesis doctorales basadas en métodos cualitativos. Hay una ruptura evidente entre lo que esas tesis teorizan y la realidad de su presentación, basada siempre en el “modelo-de-los-cinco-capítulos”: introducción comprensiva, revisión de la literatura, metodología, análisis y conclusiones. Pero,
“¿Qué hay de los estudiantes que han asumido la investigación-acción? ¿Son esas convenciones aplicables? ¿Puede hacerse encajar su proceso de investigación menos convencional en el recipiente de los cinco-capítulos y seguir siendo cierto en la práctica? ¿Están tomando un riesgo inaceptable por desviarse de lo convencional? ¿O pueden [mejor] escribir sus tesis más de acuerdo con el ‘arte preformativo’ que es la investigación-acción? (Dick, 2002) [Postgraduate programs using action research, The Learning Organization, 9 (4), 159–170]”
A mi modo de ver, el uso de lo performativo y del arte en la investigación cualitativa trata de responder principalmente a estas cuestiones.
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Saturday, August 19, 2006

la etnografía virtual no busca (sólo) grupos más o menos homogéneos estén o no ubicados en contextos espaciales euclidianos...

La sentencia que titula este post es otro de los territorios comunes cuando se habla de etnografía virtual. Su desarrollo viene a decir algo así:
“En la red podemos encontrar grupos con intereses similares, es decir con características homogéneas que van mas allá de la cultura nacional o local. Estos grupos se congregan en una comunidad virtual y establecen colectividades con formas específicas de ver y de hacer. Para realizar etnografía convencional es necesario identificar un contexto etnográfico, y para hacer etnografía virtual habrá que tratar el espacio virtual como contexto de análisis y las comunidades como congregaciones humanas. La etnografía virtual debe tratar al ciberespacio como una realidad etnográfica”.
En efecto, la etnografía debe tomar el ciberespacio como una realidad en la que se pueden construir significados, generar identidades y establecer agrupaciones más o menos estables y con intereses compartidos. Pero, ¿acaso no es esto así, lo quiera o no la etnografía o cualquier otro método? Centrar el estudio etnográfico solo en esos aspectos conlleva dejar de lado la visión constructivista de la sociedad, según la cual los objetos que encontramos y describimos son nuestras propias construcciones de construcciones anteriores [de nuevo Jones (2006) cita a Heidegger como referente de este enfoque cuando habla de la doble hermenéutica presente en las ciencias humanas, que pueden entenderse como interpretaciones de las interpretaciones].
Pues bien, esa asunción del constructivismo social se ha visto reforzada tras la superación de la triple crisis de la etnografía (de la representación, la legitimación y la praxis) [Denzin, N., Interpretive Ethnography: Ethnographic Practices for the 21st Century, Thousand Oaks, Sage, 1996]. Rebasar esa crisis ha conllevado, en efecto, una serie de consecuencias que la etnografía virtual ha asumido ampliamente, entre otras: la no presencia continuada del investigador en el campo de estudio, el replanteamiento de la metodología de la entrevista, el papel de las notas de campo o la representación de los datos (todas ellas avanzadas ya por Hine en sus primeros trabajos [Virtual Ethnography, Sage, London, 2000]). Pero ello no quiere decir de ningún modo que el etnógrafo deba atender especialmente como “tema” etnográfico un grupo cultural o sociedad de pequeña escala interactuando en un ámbito como ciberespacio.
Algunos principios que Hine propuso en su obra de referencia se mantienen; otros han caído ya. A mi parecer, uno de los inmanentes e el que afirma que:
“Los límites no son asunciones a priori, sino que se exploran en el curso de la etnografía. El reto de la etnografía virtual consiste en examinar cómo se configuran los límites y las conexiones, especialmente, entre lo ‘virtual’ y lo ‘real’. [Y] este problema arrastra consigo la cuestión de saber cuándo detenerse, o hasta dónde llegar” (Hine, 2002, p. 81).
Internet es artefacto cultural, pero también es cultura; un tipo de cultura con múltiples estratos, con capas y trazas abiertas, que van más allá de lo virtual y penetran ampliamente en lo físico. La construcción del objeto etnográfico en el entorno de Internet es igual de amplia y de cerrada que lo es en las fronteras físicas. Sus objetos y campos pueden ser igualmente sustantivados tal y como se hace desde las aproximaciones más sociológicas cuando estudian las plazas, los cines, un hogar, etc. Para el estudio de esos contextos desde un enfoque “naturalista” se cuenta con el referente de la estructura sociocultural que los abriga. A partir de ella (y en diálogo con ella) el investigador plantea sus construcciones y significaciones. Obviar esto mismo en las etnografías virtuales conllevaría dejar de lado muchas de las razones que explican construcciones sociales y culturales del objeto de estudio.
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Thursday, August 17, 2006

practicando fenomenología y crítica reflexiva cinematográfica...

El visionado de una película puede ser interpretado de distintas formas. Una es la objetiva, que consiste en analizar y reconstruir las partes del film. Y también puede emplearse la fenomenología para encontrar en las conciencias de los espectadores (subjetivamente) lo que hay de real (objetivamente, cuando lo objetivo es construcción subjetiva) en ese acto. Ambas aproximaciones estuvieron presentes en la tertulia posterior a la emisión que Kip propuso esta mañana en el Mary Wollstonecraft Theatre de la Universidad de Bournemouth.
La película consistía en un cortometraje que narraba un día cualquiera de una señora en una residencia de ancianos. El personaje estaba inspirado en la abuela de la directora, en un momento crítico vivido durante la primera guerra que marcaría su vida. La primera escena se desarrolla en una sola toma y muestra a una joven que disfruta de una tarde de campo y escucha a lo lejos cómo, tras una breve trifulca, un disparo termina con vida de un hombre. A continuación esa joven es una anciana a la que trasportan en silla de ruedas por las estancias de una residencia, en lo que podría ser un día cualquiera en su vida presente. La cámara siempre enfoca la cara de la anciana en primer plano y solo recoge lo que sucede alrededor de forma lateral, en el poco espacio libre alrededor del rostro. Primero se pinta los labios de rojo para recibir la visita de su familia. Su hija, su nieto y un amigo de éste. Ese chico le recuerda a su hermano. El nieto habla con alguien por teléfono móvil lo que la descoloca. No entiende el aparato. En otra secuencia y en diferente estancia, los familiares se despiden. Es por la tarde y tratan de asearla mientras ella se opone furiosa. La dejan al lado del montacargas y piensa en huir. Se levanta y tras unos pasos es detenida. En el tiempo intermedio un pájaro se ha posado en el asa de la silla, entonces vacía. De nuevo sentada le ofrece a un cuidador cualquier cosa a cambio de que la lleve a casa junto con sus papeles. El hombre dice que lo que el quiere es nada. Por último, la cámara asciende por el tronco hasta la copa de los árboles del bosque donde la joven escuchó los disparos.
A continuación se abrió un turno para el análisis, la reflexión y la crítica. El objetivo era que cada uno extrajera conclusiones útiles para sus áreas de interés. En la sala no éramos más de 10 personas: investigadores en el campo de la fenomenología, sociólogos constructivistas, etnógrafas sociales, gente trabajando en teoría fundamentada, un tipo bastante friky que investiga las narrativas que posibilitan las tecnologías digitales y yo mismo, interesado transversalmente en la mediación socioeducativa en el ciberespacio y su análisis cualitativo (especialmente etnográfico). El coloquio tuvo dos polos: Kip Jones, como maestro de ceremonias y Les Todres, co-director del Centro de Investigación Cualitativa de la Universidad de Bournemouth. Aunque hubo otras intervenciones, lo que voy a transcribir es la visión de ambos.
Les ha trabajado especialmente la psicología fenomenológica y la psicoterapia integrativa, por lo que pronto derivó hacia ese terreno. Su interés hacia lo visto era múltiple. Por un lado estaba la posibilidad de trascender a los objetivos de la directora-guionista. Por qué había elegido esa historia y por qué había optado por un lenguaje visual tan particular, minimalista. La primera cuestión lleva a pensar en la trascendencia de la memoria vivida, que para Les es la memoria más profunda que existe. Ese recuerdo dramático incrustado en la anciana (la muerte de su hermano mientras disfrutaba de una tarde en el campo) también había trascendido a su nieta, que dedicó una parte material de su vida a representarlo. Una aproximación fenomenológica muestra, pues, cómo un hecho material se convierte en parte vivida en la conciencia de la directora que decide actuar en consecuencia.
Por otro lado, Les (y en esto coincidió con otros/as) introdujo la posibilidad de representar mediante trazas la vida de una persona y ello sin salirse del mismo cuadro visual. La película estaba hablando del pasado (los recuerdos trágicos) en lenguaje del presente (la vida actual de la anciana). Esa superposición de trazas, a modo de períodos históricos, interesó a más de uno/a. El mérito de la directora había sido emplear un discurso narrativo sencillo –sin recurrir al flash-back, por ejemplo–, nulos efectos y un solo enfoque, todo ello mientras se muestran varias historias a la vez, ocurriendo en momentos temporales muy distantes.
La visión de Kip fue la que corresponde a un moderador divergente. Interesado por la investigación social performativa y cómo ésta se lleva a acabo (incluso desde los aspectos de la producción), informó del bajo presupuesto del corto, de las ideas de la autora acerca de su obra y se detuvo en algunos guiños posmodernos: cómo la anciana se pintaba los labios para recibir a los familiares y cómo luego ese pintalabios no fue empleado pues ella recibió cariños, pero no los repartió; el papel de la tecnología moderna (el teléfono móvil del nieto), metáfora de los límites sociales entre generaciones; o la misma representación de la actriz protagonista (realmente brillante)... y el lujo que supondría contar con ese tipo de actores para hacer representación de investigaciones cualitativas...
“Espero que os haya servido para vuestros trabajos”, se despidió Kip.
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Tuesday, August 15, 2006

(re)presentando (ciber)etnografías (ii)...

Uno de los principios de la ciencia performativa tiene que ver con el mismo método que emplea. Según McCall (2000) [Performance ethnography: a brief history and some Advice, en N. K. Denzin y Yvonna S. Lincoln, Handbook of Qualitative Research, Londres, Sage, 421-435] las investigaciones de este tipo se caracterizan por mostrar en primer lugar los resultados del estudio y, solo después, discutir acerca del proceso. Los resultados no aportan información del proceso. Son aportes que plasman las representaciones y significados en la mente del investigador en diálogo con su objeto. En primer término la reflexión se produce en el terreno del investigador, pero en el momento en que éste muestra su producto es el sujeto observador/participante quién introduce sus propias significaciones. En palabras de Denzin (1997, p. 20)) [Interpretative Ethnography: Ethnographic Practices for the 21st Century, Thousand Oaks, EE. UU., Sage], “el propósito del investigador no es poner sucesivamente algo que ‘se parezca a la verdad’, más bien se trata de contrastar múltiples verosimilitudes, múltiples verdades”.
Llevado al terreno etnográfico, la aplicación de ese principio deviene en el uso del multimedia para ofrecer representaciones: cine etnográfico, experimentación etnográfica, (video)etnografía, etc. Un ejemplo excelente de ello aplicado a una entrevista biográfica puede verse en Jones (2006) ["I Can Remember the Night", performance inédita]:


[audio]

Desde luego, las representaciones culturales del ciberespacio son de otro orden. Simplemente, introducen las ya conocidas cualidades de la Web (interactividad, interoperatividad, sincronía/asincronía y demás) y convierten una performance en un medio de expresión enriquecido… por consiguiente, en un medio de (re)presentación enriquecido. En el terreno artístico existen multitud de modelos y métodos de producción con los que explorar para hacer (ciber)etnografías. Pero para la ciencia social es igualmente necesario fundamentar teórica y epistemológicamente sus prácticas.
La “estética relacional” (Bourriaud, N., Relational Aesthetics, Dijon, Francia, Les Presex du Reel, 2002) tiene algo que decir en ese sentido. El término “arte relacional” se refiere a una serie de prácticas artísticas que tienen su punto de partida teórico en las interacciones humanas y sus contextos sociales. “Para Bourriaud el arte está hecho del mismo material que los cambios sociales… Si los cambios sociales son lo mismo que el arte, entonces ¿cómo podemos representarlos?” (Jones, 2006).
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Friday, August 11, 2006

(re)presentando (ciber)etnografías...

“El cine etnográfico captura un lenguaje diferente al de la etnografía escrita, y por tanto constituye una importante herramienta de investigación, sin embargo, las formas escritas y habladas de investigación cualitativa tienden a hacer sombra a los medios visuales” (Catalán, 2006, par. 5).
¿Es posible hablar de webs etnográficas en la forma en que nos referimos al cine etnográfico? La respuesta es YouTube. YouTube (y otros sitios como él) permiten crear narrativas audiovisuales similares al lenguaje cinematográfico, pero con un grado de libertad mayor que enlaza con la cultura de la modernidad-digital.
Cuánto de grande sea esa libertad en la web y cómo hagan uso de ella los investigadores para generar narrativas etnográficas es la siguiente pregunta. De nuevo Laura Catalán (íbid.): “Las películas etnográficas no son únicamente la suma de etnografía y cine; como proceso de representación y como un producto de este proceso, la película etnográfica implica un lenguaje nuevo y diferente (…) En el caso de la técnica audiovisual, esta presencia [del investigador en el contexto] es extremadamente cercana y vívida, mientras que en el proceso de escribir la ausencia es mucho mayor debido a la distancia espaciotemporal.” Haciendo traslación directa de las palabras de Catalán al ciberespacio, se diría que las web etnográficas no deben ser simplemente textos a los que se le añade la retórica socio-antropológica de los estudios etnográficos. Veamos algunas derivadas interesantes:
# Por un lado, es cierto: más allá del texto existe un amplio plantel de opciones que lo digital ofrece al investigador. Ahora bien, para llevarlas a cabo hay que atender previamente a una idea que Joan Mayans deslizó en el Workshop: Investigando el mundo digital. Joan comentaba que para hacer etnografía virtual es preciso reflexionar --en un nivel de igual a igual con el resto de elementos-- sobre las paradojas de la tecnología en tanto que herramienta. Y ¿por qué es tan necesario desmitificar la tecnología? Según Mayans, sencillamente porque Internet es imprescindible para desarrollar el método de la etnografía virtual. Sin conocer las bases tecnológicas de la red no es posible entender los anclajes de las conductas en ese entorno. Ello requiere además alejarse del excesivo “sociocentrismo” de las clásicas aproximaciones en ciencias sociales, ya que no es posible (re)presentar o reflexionar de forma consciente sobre los datos obtenidos en una etnografía virtual haciendo uso de las herramientas de la Web sin conocer previamente la tecnología que hará posible esas representaciones.
# Además de conociendo de la tecnología, también es preciso integrar en el la web etnográfica otros elementos (esto, obviamente, es compartido por el cine etnográfico). Citando a Spradley (1980) [Participant observation, New cork, Holy, Rinehart, and Winston, 1980]: “el ‘sitio’ es uno de los tres aspectos de una ‘situación social’. Los otros dos aspectos son los ‘actores’ y las ‘actividades’ o la ‘acción’. Un sitio físico puede ser la base para una situación social en la medida en que los otros dos elementos estén igualmente presentes”. Parece que los sitios virtuales etnográficos necesitan también actores y actividades, y no solo un espacio virtual donde hacer cosas. Y de esto se ocupa la (ciber)etnografía performativa.
# Una última derivada es el papel del texto escrito, cuya presencia en la etnografía virtual puede justificarse recurriendo a los clásicos. Hammersley y Atkinson (1994) añaden a propósito de la afirmación de Geertz [The interpretation of cultures, NY, Basic Books, 1973] de que “los etnógrafos escriben”, “ (…) los etnógrafos hacen algo más que eso. Pero la escritura se encuentra en el centro de la empresa etnográfica (…) la disciplina de la escritura supone un conocimiento del trabajo materializado. No puede ser aprovechado y desarrollado mediante la pura reflexión.”
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Tuesday, August 08, 2006

a vueltas con la (re)presentación en investigación cualitativa...

La forma de presentar los datos en investigaciones cualitativas es un aspecto central a menudo soslayado. Esto, que afecta desde siempre a investigaciones en el campo físico, se vuelve especialmente crítico en los estudios cuali sobre/de/en/ el ciberespacio. El mismo Joan Mayans dio cuenta de ello en su etnografía sobre los canales de Chat [Ver “Género Chat. O cómo la etnografía puso un pie en el ciberespacio”]. Si no recuerdo mal, Joan optó por presentar compiladas las producciones verbales de los internautas tal y como habían sido generadas, en formato texto escrito y sin representación alguna. Para salvar la brecha con la realidad de los canales de Chat —en el modo en que los usuarios entendían esa realidad—, recurrió a una explicación previa muy clarificadora sobre la aportación de los emoticonos a la comunicación paraverbal.
La ciencia social “preformativa” aboga por trasvasar esa línea, para lo que recurre a la estética a fines de (re)presentar los datos obtenidos en la investigación. Dado que la realidad es una construcción social —e Internet lo es especialmente—, el compromiso con la verdad y el mismo valor de la investigación está en obtener una visión lo más ajustada posible a las representaciones que los sujetos, en diálogo con el investigador, hacen de los “temas” (puede que la terminología de los “temas” remita en exceso al método etnográfico, pero es apropiada a este caso) generados (inducidos) en el estudio. En mi opinión, este discurso, de claras raíces postmodernas, puede ser la base para representar igualmente los datos de investigaciones cualitativas en una modernidad-digital definida a partir de la estructura social-cultural de Internet y toda la parafernalia a su alrededor.
Tomaré un ejemplo clarificador de un artículo ya aludido de Kip Jones [Jones, Kip (2006). A Biographic Researcher in Pursuit of an Aesthetic: The use of arts-based (re)presentations in “performative” dissemination of life stories. Qualitative Sociology Review, Vol. II Issue 1, pp. 66-85]. Kip (re)presenta del siguiente modo los textos narrativos de una historia de vida:



Pero, ¿cómo se llega a ese nivel analítico? Kip explica su personal proceso inductivo: “Comienzo a construir un representación estética a través de una inmersión inicial en los datos y la subsiguiente discusión, con un espíritu colaborativo y de forma intuitiva. Por ejemplo, elijo un color en la paleta para cada período histórico que ella [la entrevistada n. d. r.] describe, y que es reflejo de una etapa (por ejemplo, la vida cuando era chica en las praderas del oeste: tonos terrosos; los años de la guerra: rojo y negro; los sesentas: colores sicodélicos calientes). También tomé una pista de la narración de Mary donde habla de un estilo de escritura particular desarrollado por ella misma” (Jones 2006, p. 77). Esta última trascripción sobre su el estilo de escritura de la entrevistada queda como sigue [puede verse la transcripción completa en Jones, Kip (2004, September). Thoroughly Post-Modern Mary [A Biographic Narrative Interview With Mary Gergen]. FQSorum Qualitative Sozialforschung / Forum: Qualitative Social Research [Online Journal], 5(3), Art. 18]:



Desde el enfoque de la ciencia performativa es posible pues representar los datos verbales (ya sean en soporte escrito o hablado) recurriendo a la estética gráfica, de manera se vea reflejada la construcción social a la que se alude.
En mi opinión, sería deseable recurrir a ese tipo de técnicas para (re)presentar datos de investigaciones cuali en el entorno del ciberespacio, a fin de lograr su mejor contextualización. Hasta donde se, siguiendo esta línea se está trabajando ahora con el multimedia digital y la estética del diseño gráfico como herramientas...
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Monday, August 07, 2006

'performative social science' en la "modernidad digital"...

Lo mas interesante de trabajar en un centro de investigación cualitativa es que la gente se pasa el rato hablando de cosas como significado, representación, performación, etc. Y esos conceptos se llevan a cualquier asunto cotidiano: programas de radio, eventos, el tiempo, series de televisión… y películas, sobre todo películas.
Trabajando más en serio, Kip me ha mostrado hoy parte de su trabajo en investigación performativa (que yo traduciría por representativa, de la representación). Este enfoque se ocupa de los efectos de las acciones en forma de significaciones y del contenido figurado de los acontecimientos presentes, futuros o pasados. Su Aplicación en la investigación cualitativa es diversa: etnografía (performativa), entrevistas en profundidad, observación participante, investigación acción, procesos autoreflexivos, estudios de casos, etc. Para una idea más concreta, puede verse un excelente ejemplo aplicado a una historia de vida en Jones (2006).
La investigación performativa actual está influenciada por la visión que Norman K. Denzin inció en el artículo “The reflexive interview and a performative social science” publicado en Qualitative Research. Denzin parte de cinco propuestas clave (capaces de sintetizar enfoques enteros) habituales en investigación cualitativa: representación de la entrevista, collage narrativo, entrevista postmoderna, representación de la escritura y etno-dramatización. Él recupera para la modernidad esas aproximaciones con la siguiente sentencia:
“En el comienzo de un nuevo siglo es necesario retomar la promesa de la investigación cualitativa como una forma de práctica democrática radical. La narrativa, interpretada en el contexto de las ciencias sociales, ha sido ocupada. Hasta ahora hemos explicado los relatos tomados del campo. Hoy sabemos que lo que escribimos es cultura, y que esos escritos no son prácticas inocentes. [Porque] solo conocemos el mundo a través de las representaciones que nosotros mismos hacemos de él”.
El proceso metodológico a que da lugar el enfoque de la investigación performativa se podría resumir en otra sentencia, con una potencia tan grande que atrapa: se trata de sustituir las palabras “entrevista” e “investigación” por la palabra “campo”. Por consiguiente, en tanto que elemento central, el campo también deberá formar parte de la (re)presentación de los resultados de una investigación cualitativa.
Como visión y como punto de partida es genial. Pero aun le falta una vuelta para adaptarlo al ciberespacio.
La mayoría de las personas investigando estos temas han crecido en la cultura del cine, de los relatos con comienzo, nudo y desenlace. Se podría decir que llegan a trasladar esa estructura narrativa a la interpretación de las historias de vida. Incluso en los casos en que representan esas historias de vida con multimedias. Pero hoy en día está presente la lógica de lo inmediato, muy vinculada con la cultura pop: el video-clip de dos minutos, las capturas de los móviles, los clips en la red, el discurso fraccionado de los sms, la mensajería instantánea, los post en los blogs, etc. No es solo Internet; la red actúa como soporte y medio de comunicación-conexión. Se trata de un tipo de estructura de comportamiento y una cultura propia de la sociedad de la información o, si se quiere, de la “modernidad digital”.
El proceso de transformación de la investigación preformativa clásica a una de tipo digital podría comenzar dándole la vuelta a esta sentencia de Denzin en el mismo artículo: “Nos hemos convertido en una sociedad de la entrevista [n.d.r. a propósito de la estimación de Holstein & Gubrium (1995), según la cual el 90% de toda información en ciencias sociales procede de entrevistas, incluida la investigación de los medios de comunicación, los servicios profesionales que trabajan con personas y, por supuesto, los investigadores sociales clásicos], una sociedad cinemática, en una sociedad que sabe de si misma a través de la mirada reflejada en los aparatos cinematográficos” [ver también, Atkinson, Paul & Silverman, David (1997). Kundera’s Immortality: The Interview Society and the Invention of the Self, Qualitative Inquiry, 3(3), pp.: 304–25; Denzin, Norman K. (1995)]. Pues bien, donde dice “aparatos cinematográficos”, podría decir simplemente “Internet”.
Entonces, parece no ser casual que en la charla con mis colegas de esta mañana el tema comodín fuera el cine. Yo conocía los títulos de los que hablaban solo por referencias, y ellos desconocían el software más elemental de la Web 2.0. La media de edad en la mesa, sin contarme a mí, era de 45 años. Puede que la brecha generacional (una versión de la brecha digital) explique algo de esto.
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el (supuesto) valor del careto en la web 2.0...

The Guardian publicaba el otro día que el sitio de relaciones sociales Facebook.com ha sido votado por los estudiantes estadounidenses en tercer lugar entre las cuestiones de más valor, solo por detrás de la cerveza y el iPod… pero por delante del sexo.
Al parecer, ahora le ha dado fuerte a los ingleses con ese sitio. En España aún tendremos que esperar porque las redes de Faccebook.com aun no llegan a nuestro país. Tangencialmente, sí alcanzan a México --considerado por los creadores yanquis como una estado más de EE.UU.-- y también tocan a la única empresa reconocida en el extranjero como española: Zara.
El artículo en cuestión, titulado “Face value” (un juego de palabras con el significado literal y figurado de la expresión: “valor nominal”, el valor económico de algo; frente al “valor de la cara/el rostro”… y es que en el sitio es imprescindible insertar una fotografía personal, convirtiendo al aspecto físico en un indicador más del éxito social), se publicó en el suplemento de educación del diario, y recoge experiencias de estudiantes que tratan de mejorar (como sea, en un contexto internacional extremadamente competitivo) su empleabilidad haciendo uso de las redes sociales, ahora enriquecidas en el ciberespacio por obra de la Web 2.0.
Lo más interesante para mí ha sido destripar la base de datos del software, formada por tren niveles: universidades, escuelas de bachillerato y empresas, para ver lo que realmente se cuece en el mundo de las redes sociales competitivas-al-estilo-angloamericano. Algunos resultados y paradojas:
# No está The Guardian, pero sí The Economist.
# Está Amazon, pero no eBay.
# Están Google, Yahoo, Microsoft, Sun Microsystems, Apple… y también la española Panda.
# Están The New York Time y Washington Post, pero no The Daily Telegraph.
# Está Zara, pero no Benetton... ni H&M
# No hay bancos relevantes, solo compañías de crédito.
# Están todas las Universidades potentes de EE.UU. e Inglaterra, incluido el MIT, pero no están la UNED ni la UOC españolas.
# No están las grandes escuelas de Negocios Españolas y sí las europeas y americanas.
# Están American Airlines y British Airways, pero no Iberia.
# Está Honda, pero no Yamaha.
Lo más interesante es la teoría de la apropiación social con la que cierra el artículo. Se comenta que lo que ha hecho elitista a Facebook.com han sido los propios usuarios, con perfiles de high standing universitario… Y es que con esa misma pretensión nació hace un par de años el sitio Bebo, pero los primeros en llegar a él fueros adolescentes que hicieron suyo ese espacio de interacción, alejándolo de los perfiles previstos en el plan de negocio.
Emmm... sobre la capacidad real de este tipo de plataformas de servir de palanca al empleo, un estudiante de la Universidad de Oxford comenta: “Nadie va a ofrecer seriamente un trabajo a alguien por el simple hecho de haberle visto en Facebook”.
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Saturday, August 05, 2006

la etnografía virtual no trabaja (solo) con comunidades virtuales…

En algún lugar he leído (o en muchos sitios con enunciados distintos) que la noción de comunidad en el ciberespacio ya no se remite al sentido clásico que la ubica en algún lugar y tiempo determinado. Una (ciber)comunidad puede ser vista como una comunidad de intereses, y lo que identifica a los grupos característicos (comunidades virtuales) son precisamente determinados parámetros que pueden tomarse en el sentido analítico como “características comunes”.
¿Es esto importante para la etnografía?
Veamos. Los archiconocidos Barry Wellman y colegas, en su archifamoso informe para el Pew Internet & American Life Project, “The Strength of Internet Ties: The internet and email aid users in maintaining their social networks and provide pathways to help when people face big decisions”, mantienen que la sociabilidad en la red va más allá de las interacciones virtuales y se proyecta en un entorno afectivo (de lazos afectivos en sentido amplio, personales, de amistad, amorosos, etcétera) físico, de manera que los sujetos más conectados virtualmente también lo son en la vida física. Qué es primero, si Internet y luego las relaciones personales, o si el éxito social y luego la proyección virtual, es algo que aún está por averiguar. Pero, en el estado actual de las cosas, la investigación de Wellman & friends ya permite validar una teoría que no se debería dejar pasar desde un punto de vista etnográfico: entre los virtualmente conectados se ha alcanzado un tercer nivel en el tránsito histórico de los modelos de sociabilidad, desde el predominio de las relaciones primarias –encarnadas en la familia y la comunidad física– hacia el de las relaciones secundarias –encarnadas en la asociación. Lo que el Informe Pew/Internet ha validado es la vieja teoría de Wellman (2001), según la cual ahora el patrón social predominante se constituye en torno a las relaciones terciarias, encarnadas en redes centradas en el “yo”. Es más, su definición de comunidad como “una red de lazos interpersonales que proporciona sociabilidad, apoyo, información, un sentimiento de pertenencia y una identidad social” (Wellman, 2001), toma ahora carta de naturaleza.
Aún es posible dar una vuelta de tuerca al clásico postulado de la comunidad de intereses en la red como eje de los análisis etnográficos. El análisis sociológico de Welman está solo a un paso del análisis filosófico-antropológico de Bruno Latour, con lo que aterrizamos en el campo que más nos interesa. Podemos tomar las reflexiones en su última compilación, donde por un lado matiza, y por el otro profundiza hasta el agotamiento, su famosa teoría del actor-red (enlace cortesía de Adolfo). Bruno Latour plantea cinco incertidumbres que dan paso a una redefinición de lo social: (1) no existe un solo grupo de pertenencia, sino que las situaciones personales son en sí referidas a múltiples formaciones grupales; (2) las acciones se entienden en el contexto de múltiples interacciones, hasta el punto de que no es sujeto quien inicia la acción sino que es diana de otras muchas interactuando a su alrededor; (3) las acciones no son solo construcciones humanas, también comprenden lo material, de manera que los objetos (y no solo los sujetos) influyen de forma determinante en el devenir personal; (4) los “hechos fácticos”, dados a priori, son también construcciones sociales; (5) la construcción de textos que reflejan situaciones (des un punto de vista empírico) se basa igualmente en la descripción de la red de mediaciones en torno a un acontecimiento. “Lo social”, al fin, es definido como “una asociación momentánea que se deduce interpretando las formas de agrupación de los actores”. A partir de este análisis brillante, Latour ofrece un corolario (como siempre ocurre con las recetas, de lo más cuestionable) para investigar las asociaciones implicadas en lo social… lo evito para no alargar…
Los análisis etnográficos en el ciberespacio desbordan las comunidades virtuales “al uso” puesto que los artefactos están implicados en la práctica totalidad de las relaciones entre humanos. Esto ya lo explicaban muy bien Miquel Doménech y Francisco Javier Tirado cuando decían, apoyándose en Latour (1999), que lo que está presente en las interacciones entre personas “son ciertos medios prácticos extrasomáticos que enmarcan y puntúan la interacción: textos, productos tecnológicos, arquitectura, instrumentos de medición, banderas... (…) la sociedad humana se sostiene gracias a elementos no humanos (…) Lo que nos sostiene unidos es lo que está más allá de nuestra carne, mezclado con lo lingüístico, con lo político e ideológico... En otras palabras, lo social no es lo que nos sostiene juntos, sino lo que es sostenido. Y la tecnología juega un papel primordial en ese ejercicio. En definitiva, tecnología y sociedad no son esferas separadas, sino algo mutuamente constitutivo y definitorio”.
En suma, no es posible entender como elementos separados lo tecnológico de lo social. La etnografía se ocupa de lo social, lo cultural y lo antropológico que hay detrás de sociedades y sujetos, y lo hace refirmándose a marcos estructurales que permitan explicar procesos (aún sin necesidad de contrastarlos como en los positivismos). Es por ello que una etnografía virtual (o, desde este punto de vista, ¿digital?) que sólo se ocupe de las comunidades virtuales basadas en intereses e interactuando a través de mensajería instantánea, blogs, o toda la parafernalia de la Web 2.0 no sería tal. En mi opinión, el debate estaría en si ese tipo de reduccionismo puede considerarse al menos microetnografía.
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Friday, August 04, 2006

lo cuali en un enfoque comparado...

Hablando con Kip Jones, comentábamos acerca de los diferentes enfoques de los cuali y lo cuanti y de cómo, aún en los tiempo que corren, las prácticas positivistas son un territorio común para evaluar el rendimiento científico en general. En realidad, en la conversación estábamos contrastando dos sistemas científicos distintos como son el inglés (o anglo, en un sentido amplio) y el español.
Yo argumentaba sobre las dificultades de hacer investigación cualitativa en el contexto académico español. Me basaba en experiencias negativas sobre el proceso de evaluación. En el momento de presentar el informe de una investigación con un alto componente cualitativo (lo que en sí es ya un contrasentido) es necesario resaltar los datos “duros”, ya que dotan de cientificidad al conjunto de la investigación. Yo suelo emplear un determinado software para los análisis cualitativos que recurre a códigos y categorías para organizar el contenido de textos, imágenes y videos. El resultado de aplicar el software es un listado de tablas que presentan los vínculos entre el conjunto de significados ocultos en textos y/o imágenes. Esto permite analizar el contenido y presentarlo después como un todo ordenado que, de alguna manera, vendría a justificar las interpretaciones que hace el investigador. El problema viene cuando el agente evaluador se detiene especialmente en el proceso “duro” (las tablas o los árboles, con sus combinaciones binarias o la gradación entre lazos y nodos de contenido) y no en el proceso seguido por el investigador (en la variación de sus esquemas cognitivos, sus asociaciones de ideas o en la generación de conocimiento teórico).
Lo anterior es el territorio común en los clásicos debates sobre cuali/cuanti. Pero ayer Kip abrió una nueva ventana en la discusión. En realidad –decía- estamos ante un problema de enfoque. Yo no suelo emplear ese tipo de software, porque es excesivamente reduccionista. La investigación cualitativa pretende generar nuevas teorías a partir de hechos concretos. Mientras que la ciencia tradicional solo se ocupa de generalizar y estandarizar las innovaciones, lo cuali pretende encontrar alternativas a lo convencional y para ello parte de las formas en las que se (re)presenta el mundo [naturalmente, añadirían Hammersley y Atkinson].
Lo que Kip viene a decir (desde luego, en la línea de Denzin, Corbin y la teoria fundamentada) es que toda pretensión de regularizar lo cualitativo a un esquema de normas finales es inútil. Es posible generalizar procesos, pero no formas de presentación de productos de investigación. Esa es la base de la investigación cualitativa y la normativización la base del positivismo.
Actuar así desde el púlpito que facilita un cargo de profesor-investigador conseguido en competencia en una universidad que mira por el rendimiento de su capital, es solo posible en sistemas científicos maduros como el de los anglos. En España es imposible trabajar competitivamente desde ese enfoque. Un profesor-funcionario puede hacerlo (por supuesto, un profesor-precario cometería un suicidio tratando de hacer investigador cualitativa), aun siendo consciente de ser deficitario para el resto de contribuyentes y, claro está, sin preocuparse en absoluto de la mejora de su rendimiento científico. Puede ser cualitativista yendo a su bola.
En España ser investigador cualitativo es ir a contracorriente porque los evaluadores-financiadores no comprenden ni valoran la lógica de los métodos cualitativos. Lo que aquí en Inglaterra es rentable, parece no serlo para los agentes españoles.
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Thursday, August 03, 2006

lo que no es etnografía virtual...

Al modo que hace Wollcott en la compilación de Velasco, García y Díaz para su compilación [Harry F. Wolcott, “Sobre la intención etnográfica”, en Honorio M. Velasco, Javier García Castaño y Ángel Díaz de Rada (Eds.). Lecturas de antropología para educadores, Madrid: Trotta, 1993, pp. 127-144], la etnografía virtual puede analizarse en sentido inverso, definiendo lo que no es para conocer aquello que la caracteriza. Dedicaré a esa tarea los próximos días, mientras mato el tiempo de mi estancia en BoMo.
Para Wollcott la etnografía no es (solo) una técnica de campo, no es (solo) pasar mucho tiempo en el campo, no es simplemente una buena descripción, ni tampoco se genera (solo) creando y manteniendo una relación con los sujetos. La etnografía es todo eso y algo más. Algo que tiene que ver con el concepto de cultura y con un modo particular de hacer. También es un método desvinculado de los particularismos, de los enfoques micro de la realidad. Su situación es equidistante del estudio de un caso particular y de la generalización de teorías que tienen por base comportamientos coyunturales.
¿Qué tiene que ver eso con la etnografía virtual y, más aún, cuando parece haber consenso en que el hacer etnográfico no varía significativamente en escenarios físicos, virtuales y conectados tecnológicamente? En mi opinión es un punto clave, ya que puede ser la base para desentrañar lo que la etnografía virtual no es de un modo consensuado.
Veamos algunos temas a desarrollar:
# la etnografía virtual no trabaja (solo) con comunidades virtuales;
# no busca (solo) grupos más o menos homogéneos (con características comunes) estén o no ubicados en contextos espaciales euclidianos;
# su campo de estudio no es (solo) el ciberespacio;
# los temas que estudia no son (solo) los temas de los que tratan las comunidades virtuales;
# su método de estudio no consiste (solo) en analizar las comunicaciones en un espacio virtual (para lo que es muy usual emplear la perspectiva de Hymes);
# no admite (solo) etnografías paralelas entre espacios virtuales.

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