investigar en el campo supone penetrar en un escenario y ver lo que (realmente) ocurre en su contexto...

Tuesday, August 22, 2006

a vueltas con lo performativo, el arte y la ciencia...

El post del otro día de Tiberio me dejó un tanto pensativo. Tiberio no es de la personas que hable por hablar. Más bien es lo contrario. Sus comentarios (a menudo divergentes) suelen partir de reflexiones meditadas y abordan los asuntos clave en cualquier conversación.
Qué tiene de arte la ciencia y qué de científico el arte es uno de esos temas recurrentes en cualquier manual de iniciación al diseño de investigación. Lo que resulta interesante es plantear esa pregunta a propósito de un método o estrategia concreta de investigación, como puede ser la etnografía. Para no aburrir, centraré mi reflexión en torno a solo dos textos sobre campos distintos de la etnografía. Esos textos aparecen en la tercera edición del Handbook of Qualitative Research editado por Norman K. Denzin e Yvonna S. Lincoln y tratan temas bastante significativas. Evidentemente la selección es subjetiva y se justifica por mis propias afinidades en el terreno de la investigación.
En Critical Ethnography: The Politics of Collaboration, Douglas Foley y Ángela Valenzuela pretenden “subrayar las diferencias entre los ‘etnógrafos críticos’ que hacen crítica de la cultura académica, los que escriben estudios de política aplicada y los que se implican ellos mismos directamente en movimientos políticos” (p. 217). En el artículo se muestra que “no todos los etnógrafos críticos son políticamente activos. No todos generan conocimiento que es al tiempo teorizado/universalmente y practicado/localmente. No todos emplean la reflexión y los métodos de investigación colaborativos” (p. 217). Esto es así por varias razones –entre otras por la dificultad de llevar a la práctica una investigación etnográfica sin cruzar la barrera de la intervención directa y parcial--, una de las cuales plantea derivadas interesantes para el tema de la representación en investigación cualitativa. El artículo muestra que para aceptar ciertos métodos es preciso cambiar antes los esquemas de “la academia”. Foley y Valenzuela se toman a sí mismos y a su departamento en la universidad (Departamento de Antropología, Universidad de Texas, EE. UU.) como casos de estudio, para dar cuenta de lo arriesgado que es hoy en día caracterizar como críticas las prácticas políticas y metodológicas de los seguidores actuales de la corriente. Y ello porque, hoy por hoy:
“El problema para muchos etnógrafos críticos es que su conocimiento debe ser político [pero] de una forma académicamente aceptable. Consecuentemente, muchos académicos progresistas pasan buena parte de su tiempo escribiendo y publicando críticas culturales que satisfagan las demandas de la academia y de sus colegas” (p. 222).
Haciendo un paralelismo, resulta evidente la necesidad de que “la academia” y los agentes interesados adecuen sus métodos de evaluación de los resultados de la investigación no ya a la idiosincrasia de lo cuali, sino a las distintas formas de hacer investigación cuali. Lo preformativo no tendrá cabida en la investigación cualitativa hasta que la barrera de la evaluación (en sentido amplio) sea superada, al menos en el contexto español.
El segundo artículo traído a colación es Arts-Based Inquiry: Performing Revolutionary Pedagogy, de Susan Finley, referido a la “utilidad de las aproximaciones basadas en el arte cuando el objetivo es el activismo político” (p. 681). El artículo comienza con una cita de Norman Denzin (2000) [The art and politics of interpretation. En N. Denzin & Y. Lincoln (Eds.), Handbook of qualitative research, Thousand Oaks, Sage, 500–515], para quien la investigación basada en el arte puede contribuir a elaborar “una ética estética radical… [que] fundamente sus representaciones del mundo a partir de prácticas interpretativas que permitan desarrollar [entre otras cuestiones en boga] la crítica del racismo, la homofobia y la teorización del Tercer Mundo postcolonial”. La autora considera el uso de los medios tecnológicos en los movimientos sociales como creadores y soportes de esferas alternativas del discurso público. Su uso por parte del investigador conlleva trasladar su rol hacia una posición más artística y activa, que le permita participar en las representaciones, expresar las dinámicas relacionales y reducir los datos a una escenografía determinada. Ahora bien, el resultado perseguido no será, en ningún caso, una simple grabación multimedia, sino una performación social. Finley ha desarrollado últimamente sus ideas en dos trabajos muy sugerentes: At Home At School (AHAS) documentary: Ethics and power in using film in arts-based research y Whose Voice Is It?: The colonizing potential in creating social performances and participatory films, ambos presentados en el programa del Second International Congress of Qualitative Inquiry, May 4-6, 2006, University of Illinois.
Evidentemente no siempre estas ideas han de ser puestas en favor del activismo político –-aunque sea en ese campo donde muestran su mayor potencial--, sino que pueden emplearse igualmente en la investigación cotidiana.
Muy a propósito de ciertas noticias recientes en mi entorno, no deja de tener gracia el giro que sobre estas mismas cuestiones hacen Kath Fisher y Renata Phelps [Recipe or performing art? Challenging conventions for writing action research theses, Action Research, Vol. 4, No. 2, 2006, 143-164]. En su artículo estos autores trasladan las teorías performativas al terreno resbaladizo de la presentación de tesis doctorales basadas en métodos cualitativos. Hay una ruptura evidente entre lo que esas tesis teorizan y la realidad de su presentación, basada siempre en el “modelo-de-los-cinco-capítulos”: introducción comprensiva, revisión de la literatura, metodología, análisis y conclusiones. Pero,
“¿Qué hay de los estudiantes que han asumido la investigación-acción? ¿Son esas convenciones aplicables? ¿Puede hacerse encajar su proceso de investigación menos convencional en el recipiente de los cinco-capítulos y seguir siendo cierto en la práctica? ¿Están tomando un riesgo inaceptable por desviarse de lo convencional? ¿O pueden [mejor] escribir sus tesis más de acuerdo con el ‘arte preformativo’ que es la investigación-acción? (Dick, 2002) [Postgraduate programs using action research, The Learning Organization, 9 (4), 159–170]”
A mi modo de ver, el uso de lo performativo y del arte en la investigación cualitativa trata de responder principalmente a estas cuestiones.
Seguimos...

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