Bono y la construcción simbólica de la realidad...
En la edición de ayer de The Guardian, viene una entrevista a Jeffrey Sachs que no tiene desperdicio. Se titula “Be here now” en un juego de palabras con el título del disco de Oasis y con lo oportuno de estar en China hoy en día --la entrevista se hizo en Beijing--, cuando ese país está poniendo patas arriba la economía mundial. El subtítulo dice mucho del contenido de la entrevista:
“Conocido por ser el economista preferido por la aristocracia del rock, el profesor Jeffrey Sachs ve a China como un modelo en la lucha contra la pobreza global”.
Sachs es uno de los tipos más influyentes del panorama internacional, es director del Instituto de Estudios del Mundo de la Universidad de Columbia (Nueva York, EE. UU.), profesor de desarrollo sostenible y de política y gestión de sanitaria en la misma universidad, y es también asesor especial para el Secretario General de las Naciones Unidas, Kofi Annan. Últimamente ha escrito algunos best-sellers en economía-sociología, como la obra que motiva la entrevista “El fin de la pobreza. Cómo conseguirlo en nuestro tiempo”.
El motivo de traer a Sachs aquí es por la asociación de ideas que hace al tratar los temas más importantes de la agenda mundial. Sachs incluye en su visión aspectos tan centrales en la investigación cualitativa como los significados y lo simbólico. En sus análisis integra como elementos importantes a la cultura pop y a los representantes de la fama, actores, cantantes o escritores. “Hay un tipo de expertos –dice- que tratan de denigrar el mundo de las estrellas de cine y los cantantes de rock: están completamente equivocados”. Aunque esa visión no es novedosa (almenos en el contexto de España), puesto que ya la había resaltado Vicente Verdú en “El estilo del mundo” y, más recientemente, en “Yo y tú, objetos de lujo. El personismo: la primera revolución cultural del siglo XXI”, lo que hace Sachs es darle carta de naturaleza y colarla en las mesillas de noche de los mandatarios mundiales.
Digamos que autores como Sachs o Verdú tienen una visión simbólica del mundo que, al parecer, es la más importante en la actualidad por ser la que determina el devenir de los acontecimientos. La asociación es sencilla: los personajes que forman parte de la vida de las personas, con los que la gente desayuna, ve la televisión y se divierte, los mismos que configuran sus formas de vestir y de relacionarse, también están en condiciones de influir en sus etilos de comportamiento político y como ciudadanos. Lo nuevo es que investigadores como Sachs están dispuestos a llevar ese enfoque a la forma de intervenir en lo público desde la academia.
Veamos cómo se lleva esto a la práctica de la interpretación simbólica de la realidad [nota: aunque este análisis está próximo al interaccionismo simbólico, he de decir que en cuestiones sociológicas mi posición no está del todo definida y se encuentra en un punto intermedio entre éste enfoque, las teorías del conflicto (Kerbo, 2003) y el post-estructuralismo de Foucault], haciendo una interpretación del contenido de unas palabras de Bono y de la posterior anotación de Sachs. En una conferencia reciente, Bono describía cómo él, Sachs y el productor Bobby Shriver cruzaron el planeta “como un familia de perdices bajo los efectos de drogas psicotrópicas”. Qué significa eso, cuál es su interpretación simbólica (cualitativa). Sachs apunta: “Pienso que él tenía en mente las cosas deslumbrantes que ves. Es muy surrealista. En un momento puedes estar en un pueblo remoto en la zona más empobrecida del mundo. Entonces, ocho horas después puedes estar en el esplendor de la Quinta Avenida, o en un barrio fascinante de Londres, o en los pasillos del Congreso. Continúa siendo el mismo planeta. Es alucinante que esas diferencias existan, y que estén solo a unas horas de distancia entre sí”.
En efecto, cuando Bono habla de drogas está hablando del estado del mundo. Especialmente, cuando habla de drogas psicotrópicas hace referencia a un estado de alucinación derivado de los estímulos que proceden de los medios de comunicación y de la Red. También, como no, habla de las posibilidades de “viajar” y trasladarse en el espacio y el tiempo que permiten los alucinógenos. Así es cómo él se sitió tras recorrer el plantea y percibir de primera mano las desigualdades que llevan a la gente a morir de hambre o de obesidad según se apunte al norte o al sur en el mapa de ruta. Es por ello que decir psicotrópicos en lugar de marihuana en ese contexto, no es casual. Él sabe eso, conoce la jerga y transmite su mensaje de forma consciente. Lo hace además empleando el mismo lenguaje que la gente puede entender porque conecta con su cultura, la misma cultura que les mantienen alucinados en el día a día. Bono actúa como nodo de conexión con una red global de personas capaces de interpretar ese tipo de lenguaje simbólico. Esa es una simbología cargada de significados que, por tanto, puede mover conciencias.
Cuando Sachs presta atención a lo que dice Bono, o al sentido estético de los videos de Madonna, o a los actos públicos de Brad Pitt y Angelina Jolie (todos ellos amigos suyos y fans, por así decirlo, de sus teorías), lo que hace en realidad es mirar al mundo real a través de una mirilla. Está mirando al mismo lugar al que mira el resto de la gente, como hacían los personajes de la caverna de Platón. Lo que está viendo no es representativo de la sociedad, ni siquiera de las sociedades occidentales, porque la complejidad de éstas escapa a un análisis de este tipo (y de cualquier tipo, en realidad). Pero ese es el tipo de mirada que puede detectar la esencia de unos cuantos significados importantes para la sociedad. Está empleando una metodología cualitativa con la que entender la realidad para, a partir de ese punto, intentar transformarla.
Para temas de economía aplicada, a lo largo de la entrevista en The Guardian, Sachs da alguna pista del uso de esa visión en su quehacer cotidiano.
Emmm... la interpretación de qué llevó a Bono a elegir las perdices para su metáfora queda para otra ocasión.
Seguimos...
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